Zymal Umer fabrica y vende bolsas realizadas con materiales reciclados y vuelca en causas benéficas todo lo recaudado. Hasta aquí, no sería algo demasiado extraordinario, si no fuera porque la niña Zymal tiene sólo nueve años. En efecto, se trata de la emprendedora social más joven de Pakistán (y posiblemente de todo el mundo) y con su proyecto Zee Bags, además de salvaguardar el ambiente, apunta a ayudar a los chicos huérfanos albergados en el SOS Village de Sargodha, la ciudad en el Punjab paquistaní en la que vive con su familia. Lo más notable es que Zymal ya lleva tres años trabajando en su proyecto: su actividad, si bien en modo informal, comenzó cuando la niña tenía seis años, edad en que casi sin darse cuenta se embarcó en un proyecto de emprendedurismo social con Zee Bags.
“En la escuela estábamos aprendiendo cómo la contaminación está destruyendo el ambiente”, relata la pequeña. “La maestra nos dijo que una bolsa de plástico podía tardar más de cien años en descomponerse. Viendo la cantidad de bolsas que revoloteaban por las calles de mi ciudad, me preocupé mucho”.
Inspiración
Un día, Zymal paseaba por Sargodha cuando vio un vendedor ambulante entregar su mercadería dentro de bolsitas de papel hechas de diarios reciclados. Sabía que el papel, a diferencia del plástico, se puede reciclar con facilidad. La idea le gustó tanto que esa misma tarde, al regresar a su casa, se puso a construir los primeros prototipos de las bolsas Zee Bags.
Al comienzo, l
as bolsas eran muy frágiles porque las armaba sin ayuda y utilizando una simple cola plástica en lugar del adhesivo en caliente que usa ahora. Su intención era principalmente crear algo útil, no necesariamente bonito. Regalaba sus creaciones a los miembros de su familia, invitándolos a usar dichas bolsas en vez de las de polietileno para hacer las compras. Poco a poco, los pedidos de bolsas fueron aumentando y alguien comenzó a pagarle a Zymal y a pedirle que decorara las bolsas de modo de poder regalarlas. Tal vez otra niña en su lugar habría gastado el dinero obtenido para comprarse una muñeca o un libro, pero ella se sabía una jovencita afortunada en un país donde pocos tienen las mismas oportunidades.
El artículo completo, de Lidia C. Bortolín, en este enlace de InfoBae.]]>