Mi tema: feminismo.
Era ya 2006 y me sorprendía que algunas de mis amigas aún se avergonzaban de llamarse a sí mismas feministas. En mi discurso trataba de explicar que ser feminista no significa odiar a los hombres. Que ser feminista significa simplemente buscar igualdad.
Además, denunciaba a la universidad por una tradición que consideraba arcaica. No sé si aún la practiquen, pero en aquel entonces, mi universidad tenía la tradición de elegir a una Reina de la Simpatía y a un Presidente de la Federación Estudiantil. Las mujeres que concursaban por el puesto de reina competían en belleza y popularidad. Mientras había una mujer representando a la comunidad estudiantil por su cara bonita, había un hombre representándonos por su inteligencia y liderazgo. Aunque técnicamente también podía haber mujeres presidentas, la práctica era diferente. (¿Te suena conocido?)
Preparé mi discurso, lo practiqué, y me tomé muy en serio mi rol en esta tarea. Muchas personas de la clase me felicitaron y parecía que mi mensaje había sido muy bien recibido. Se determinó que los mejores discursos del salón habían sido el mío de feminismo y el de un compañero que habló sobre baseball.
Sin embargo, cuando se llegó el momento de votación, perdí por dos votos: el suyo y el mío.
Cuando me di cuenta de que él había votado por sí mismo (la votación fue abierta levantando la mano) y yo no había tenido las agallas para votar por mí misma, me decepcioné muchísimo. Lo descarté como un tema de querer ser políticamente correcta y tener pena de votar por mí. Aunque en el fondo creía que me lo merecía, me daba vergüenza admitirlo públicamente. En ese momento no me di cuenta de que en realidad este suceso había sido un tema de género.
Fue hasta muchos años después que empecé a reflexionar acerca de las diferencias en confianza que tenemos las mujeres en comparación a los hombres. Una y otra vez me ha tocado ver cómo mujeres que tienen las mismas (o mejores) habilidades que sus contrapartes masculinas, se hacen menos solas.
Estudios realizados por Harvard han demostrado que la probabilidad de que un hombre negocie su salario al ser contratado son mucho más altas de que lo haga una mujer.
También es más probable que un hombre aplique a un trabajo aún y cuando no cuenta con todos los requisitos a que lo haga una mujer.
Si alguna vez has sido víctima de este fenómeno, no te juzgo. Lo entiendo perfectamente, pues es el rol que nos ha dictado la sociedad que debemos tener. Si desde chiquitas lo que siempre vimos en México eran Presidentes hombres, ¿por qué habríamos de creer que deberíamos aspirar a algo más que “Reinas de la Simpatía”?
La buena noticia es que eso
está cambiando. No sólo en los países más desarrollados, también en México. Cada vez tenemos más mujeres líderes que les enseñan a nuestras hijas que pueden y deben confiar en sí mismas. Que ellas no deben ser perfectas, pero
sí valientes.
Los cambios estructurales están ocurriendo, tanto en las empresas como en nuestro liderazgo político. Pero también tenemos que internalizar los cambios en nuestras propias actitudes y comportamientos.
Si nosotras no creemos en nosotras mismas, es difícil que alguien más lo haga.
Mi anécdota es bastante irónica. Aún y cuando tenía muy presentes las barreras estructurales al feminismo, no logré identificar las barreras que me estaba poniendo yo misma. Fui víctima de autoboicot y no me di cuenta hasta años después.
Las mujeres tendemos más hacia el autoboicot, pero como en todo, ¡hay soluciones!
Mi recomendación es rodearte de mujeres que tengan las mismas convicciones feministas que tienes tú. Mujeres que te apoyen y te ayuden a crecer. En mi caso, las mujeres de mi familia han sido un gran pilar. Mis amigas, a quienes considero mi tribu, son personas que tienen grandes ambiciones, cada una en su rama distinta, pero siempre con afán de buscar el éxito. Mis mentoras y compañeras me inspiran con su ejemplo a seguir mis sueños. Todas estas mujeres me han apoyado de alguna forma u otra y las considero tesoros invaluables en mi vida.
Aléjate de aquellas mujeres que sientan envidia cuando te vean brillar. Y también de aquellos hombres que te quieran hacer menos.
Y, por último, dale el apoyo que te gustaría recibir a aquellas mujeres que veas batallando en su camino. Muchas veces nos es más sencillo dar consejos que seguirlos. En mi experiencia, al darle apoyo a otra persona terminas aprendiendo mucho de ti. Cuando lo hagas, escucha lo que le recomiendas a la otra persona y aprende a ejercerlo. No lo hagas por egoísmo. Hazlo por la empatía que nace de ver a otra persona batallando por sobrepasar alguna barrera.
Cuando tengas la oportunidad de votar por ti misma, hazlo y hazlo con confianza. ¡Saca todo tu
#GirlPower y cree en ti!]]>