Girl Power

Cultura: madre de las violencias psicológicas

Intentemos dar soluciones.

Nacemos y nos construimos insertos en un mundo con reglas, costumbres, estereotipos, juicios, valores. En una palabra, en un sitio lleno de necesidades heredadas. Producto de siglos de civilización evolucionada; donde se nos inculca la pertenencia como norma para sobrevivir, generar armonía e incluso aspirar a algo en la existencia. Esto se logra a través de la cohesión social a diferentes niveles que van desde grupos de amigos afines, hasta generaciones que comparten valores e ideas similares acotadas a su contexto cultural y social; mismas que, con el paso del tiempo, han ido transformándose (a través de la asimilación) en aras de los intereses económicos y políticos que han permitido el avance de la humanidad, trayendo consigo situaciones tan dispares en valor como lo son la tecnología, medicina e incluso consecuencias negativas como la desigualdad.

Siguiendo el patrón anterior, diremos que los roles sexuales (aquellas acciones que cultural y socialmente se asocian con un género binario determinado y que no es lo mismo a preferencias sexuales o tener una vida cisgénero o transgénero) son también un producto y constructor social, en muchos sentidos.

En algún momento Simone de Beauvoir lo había comentado al decir que las mujeres son construidas desde fuera y también podemos extender la afirmación a los hombres; ¿cómo se logra? a través de la construcción colectiva de los conceptos de feminidad y virilidad.

Es cierto que existen diferencias biológicas básicas entre hombres y mujeres cuyo fin primario y último es la reproducción, tal cual ocurre con el resto de las especies; también es verdadero que la cultura es inherente a la construcción evolutiva de la humanidad; sin embargo, las apreciaciones de la misma, no son naturales; esto debido al hecho de la interpretación que se encuentra sujeta a los intereses del poder político y económico del momento, teniendo la capacidad de permear el imaginario colectivo e instaurarse (a través de la asimilación cultural) como parte de los valores o pensamientos de una generación dada; volviendo así al ciclo de cohesión, tendencias y colectivos. ¿Hacia donde nos llevan estos derroteros? Bueno, a cuestionarnos los reduccionismos biologicistas a los que se ligan las ideas de roles de género masculino o femenino que son producto directo de la cultura.

¿Por qué podemos decir que los roles de género no son naturales pero si se cimientan en bases de reducción biológica que en la cultura actual resultan insostenibles?
¿No resulta esto en un paradoja?

La realidad es que no. Empecemos por decir que la biología nos vuelve diferentes físicamente con el último fin de que puedan existir órganos copulativos para la reproducción; sin embargo, el avance de la cultura y la generación de sociedades cada vez más complejas y asentadas en medios poco naturales (vivir en una casa, movilizarnos en cualquier tipo de medio de transporte que no sea nuestras propias piernas; porque incluso hacerlo en caballo implica el ejercicio de una desnaturalización a través del aprendizaje para dominar una especie, obteniendo beneficios de ella, comer con instrumentos sofisticados, elevar a arte la cocina y la degustación más allá de sólo poner al fuego la carne o alimentarnos de vegetales crudos, la creación del arte para la contemplación, la educación, el resguardo de la historia, la propia sexualidad por disfrute sin engendrar de hombres y mujeres, etc) nos dan una muestra, no sólo de la evolución humana, sino de su capacidad creadora para generar sociedades cuya base se encuentra en la generación de artificios en el más puro sentido de su concepción en lengua latina.

Si  bien, la cultura es inherente al avance humano, no es natural y argumentar desde puntos de vista culturales con supuesta base biológica para suprimir o engrandecer a algún sector de la sociedad occidental, termina por resultar absurdo e insostenible el argumento y generar una primera impronta de violencia psicológica entre los individuos que habitan en la sociedad occidental. Hay que sumar que, hoy en día, pocos seres humanos piensan que su fin último sea reproducirse y eso, también es un constructor social positivo en varios sentidos que nos aleja de la “animalidad”.

El panorama se reduce entonces a una cosa: la cultura ejerce violencia psicológica sobre mujeres y hombres esgrimiendo argumentos “naturalistas” que no resultan válidos después de siglos de construcción artificial.

 No te pierdas la continuación de este artículo el próximo martes.

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