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Estas son las causas del Brexit

Brexit

17.410.472 británicos han votado adiós a la Unión Europea. El sueño europeo se ha roto. El original, al menos: una Europa en la que todos sus países colaborasen entre sí con la economía como excusa, pero con la intención de que nunca más un gran conflicto bélico empezase en nuestro continente. El subtítulo de hoy en The Guardian resume muy bien cómo ven los británicos a Europa, incluso aquellos a favor de quedarse: “la decisión de abandonar el bloque comercial de 28 miembros”. Europa no es más que un puñado de tiendas, es un centro comercial, no una federación de Estados buscando el futuro de una región envejecida que cada día tiene menos peso en un mundo que gravita entre América y Asia. Europa se percibe como un dinosaurio legislativo, que reacciona a velocidades de molusco, y que cada vez que tiene que presentar un frente común se desmorona en una multitud de voces. El Brexit lo ha tenido fácil en el aspecto emocional, liderado por el extravagante exalcalde de Londres, Boris Johnson, y por un ultra huido del Partido Conservador hace dos décadas, Nigel Farage (líder del xenófobo UKIP, que ni siquiera consiguió escaño propio en 2015). El UKIP es el único partido que ha defendido en bloque el Brexit, mientras todos los demás pedían quedarse. De puertas adentro, el referendum es el fracaso absoluto de la “vieja política” y su primera consecuencia es la dimisión de Cameron para octubre. También la voluntad de Escocia de retomar el sueño independentista (la pertenencia a la Unión fue uno de los principales argumentos para quedarse en Reino Unido) y los delirios del Sinn Fein de “unificar Irlanda”. De puertas afuera, mientras los políticos de media Europa siguen insistiendo en los “peligros del populismo” como únicos responsables del Brexit, Inglaterra ha olvidado lo complicado que fue el sueño europeo para ellos. Gran Bretaña no sólo no fue miembro fundador de la Unión. También tuvo que enfrentar el rechazo de uno de sus adversarios históricos durante 12 largos años. En 1961, 10 años después del primer germen de la Unión, un primer ministro conservador presentó la candidatura de las islas para unirse a los tratados en vigor. La candidatura fue rechazada en 1963. También en 1967, porque la Francia de De Gaulle vetó una y otra vez la incorporación del Reino Unido a la Unión. Hoy, la situación es inversa: ninguno de los otros 27 países deseaba la salida de la segunda economía más potente de la Unión (la quinta del mundo). Porque el Brexit -apoyado principalmente en Inglaterra y Gales, rechazado por Escocia e Irlanda del Norte- no es sólo la salida de Gran Bretaña. Es la apertura de una herida en el resto de la Unión. La pregunta no es qué va a pasar ahora que Inglaterra se va, sino si serán los únicos en irse de Europa. Si todavía se puede creer en la Europa que ha doblegado a Grecia y ha presentado una respuesta vergonzosa a la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.

El proceso del Brexit

Ahora la decisión del pueblo (72% de participación, voto masivo a favor de irse entre los ancianos, y a favor de quedarse entre unos jóvenes que no han sido suficientes para opinar sobre su futuro) tiene que ser ratificada por el Parlamento. El referendum no era vinculante, pero Cameron ya ha dejado claro con su anuncio de dimisión que no va a ir en contra de la decisión de los votantes. Cuando el Parlamento apruebe el resultado, tendrá que comunicar al Consejo Europeo su decisión de irse unilateralmente. Es algo regulado en el Artículo 50 del Tratado de Lisboa y en el que la buena voluntad de la Unión determinará la suavidad de la salida. El artículo completo, de Javi Sánchez, en la revista GQ  ]]>